Objetivo del experimento de Milgram
Milgram, psicólogo social, llevó adelante un experimento pionero en los años 60 sobre la obediencia a la autoridad. Su interés nació de observar cómo a lo largo de la historia, personas corrientes habían llegado a obedecer órdenes que implicaban realizar actos atroces. Un caso excepcional fue el régimen nazi, donde la obediencia ciega a la autoridad facilitó crímenes masivos.
En el marco de su investigación, Stanley Milgram diseñó un experimento que simulaba una situación en la que los participantes creían estar colaborando en un estudio sobre la memoria. Su objetivo era observar hasta qué punto una persona común era capaz de obedecer instrucciones provenientes de una figura de autoridad, las cuales, implicaban causar un daño a otro.
Desarrollo del experimento de obediencia a la autoridad
Los voluntarios fueron convocados mediante un anuncio en periódicos locales que ofrecía 4 dólares por participar durante una hora en un estudio de la memoria. Indicaba que la investigación se desarrollaría en la Universidad de Yale y que se buscaban hombres con ocupaciones variadas, como obreros, comerciantes, etc.
Los participantes tenían entre 20 y 50 años, y se buscó diversidad en cuanto a nivel educativo: desde personas sin estudios hasta profesionales con títulos de posgrado. Al llegar, se les decía que serían asignados aleatoriamente al rol de “profesor” o “alumno”, aunque en realidad todos los participantes asumían el papel de “profesor”, mientras que el “alumno” era un actor que colaboraba con el equipo de investigación.
Milgram interpretaba el rol del investigador principal bajo el seudónimo de profesor William, quien representaba la figura de autoridad. El “alumno” debía memorizar listas de palabras y, en caso de equivocarse, el “profesor” debía administrarle una descarga eléctrica que iba aumentando progresivamente desde 15 hasta 450 voltios.
Las descargas eléctricas iban aumentando de intensidad mediante un panel con treinta interruptores, desde «descarga leve» hasta «peligro: descarga severa». En realidad, la víctima era un actor, cómplice del investigador (Milgram), y no recibía daño alguno.
Cuando el “profesor” dudaba o se resistía a continuar, el investigador intervenía con frases estructuradas para asegurar la continuidad del experimento de Milgram. Cabe señalar, que estas frases eran utilizadas en orden y de manera creciente en firmeza cada vez que el participante mostraba signos de incomodidad o desacuerdo:
-
Por favor, continúe.
-
El experimento requiere que usted siga.
-
Es absolutamente necesario que continúe.
-
No tiene opción, debe continuar.
¿Cuánto de probable es que obedezcamos a la autoridad?
Este primer estudio, que daría inicio a una larga serie de investigaciones sobre el tema, contó con la participación de cuarenta hombres. Los resultados fueron muy relevantes: el 65% de los participantes (26 en total) siguieron las instrucciones hasta el final, aplicando la descarga más alta de 450 voltios, a pesar de su evidente incomodidad.
Esta investigación se repitió con posterioridad, alcanzando una muestra total de 636 personas, principalmente varones, aunque en ciertos casos también participaron mujeres. Cerca del 65% de los individuos siguió las instrucciones hasta el nivel máximo de descarga eléctrica. Una vez concluido el procedimiento, se les revelaba el propósito real del experimento, se les informaba que las descargas no eran auténticas y se les permitía encontrarse con el supuesto receptor para comprobar que no había resultado perjudicado.
En el experimento de Milgram, Stanley observó que los participantes mostraban signos evidentes de angustia: sudaban, temblaban, balbuceaban, se mordían los labios, se lamentaban y, en casos extremos, se lastimaban a sí mismos. Cabe señalar que estas reacciones fueron encontradas con mucha frecuencia entre los participantes.
El procedimiento generó altos niveles de tensión en muchos participantes. Sudoración excesiva, temblores y dificultades para hablar fueron reacciones comunes. De forma inesperada, algunos también rompieron en carcajadas nerviosas, e incluso hubo quienes llegaron a convulsionar por el estrés.
Puntos en común entre los experimentos de Milgram y Zimbardo
Milgram y Zimbardo realizaron ambos sus experimentos con personas que no presentaban alteraciones psicológicas previas, considerándose sujetos con rasgos normativos. Ambos autores concluyeron que las personas participantes en sus experimentos, cuando se encontraban en contextos específicos, podían llegar a comportamientos valorados como inaceptables para ellos. Estos estudios evidenciaron 2 fenómenos destacados:
-
Individuos comunes fueron capaces de causar daño físico a otros mediante descargas eléctricas, solo por seguir instrucciones de una figura con autoridad.
-
Otros, mostraron conductas sádicas al asumir roles autoritarios, como el de guardias, dejándose llevar por el entorno y las reglas impuestas.
Bibliografía
Santi, María Florencia; Milgram, Humphreys y Zimbardo: tres casos clásicos de ética de la investigación social; Universidad Nacional de Lanús; Perspectivas Metodológicas; 23; 8-2023; 1-15. Extraído de: Milgram, Humphreys y Zimbardo: tres casos clásicos de ética de la investigación social