La ira es una emoción ampliamente estudiada por el interés que supone en el estudio del comportamiento humano.
Cada uno de nosotros recordará algún episodio concreto en el que experimentó esta emoción. A su vez, habrá personas que encuentren muy presente en su día a día esta manera de reaccionar.
Adelantamos que no es una emoción funcional, ya que, no nos ayuda a manejarnos de manera adaptativa con nuestro entorno. Es decir, genera muchos inconvenientes y apenas plantea beneficios. Por lo tanto, lo razonable es poder controlar y moderar su aparición.
Sin embargo, para poder hacer cambios en el comportamiento es importante entender en profundidad lo que queremos modificar.
Definiciones de la emoción de ira
Realizaremos una aproximación al concepto de la ira planteando las diferentes definiciones encontradas en la literatura científica.
Izard, entiende la ira como una emoción primaria que se genera cuando la persona ve impedida la consecución de un objetivo deseable o necesario.
Por su parte, Kaufman la define como un estado de activación fisiológica, el cual, coexiste con actos fantaseados o intencionados y que perjudica a otras personas.
Magai, plantea que la ira se genera a partir de la frustración por la no consecución de metas. Esta frustración, llevaría a la persona a tratar de eliminar a través de conductas agresivas, los obstáculos percibidos para el alcance de sus metas.
La ira se puede controlar
En primer lugar, debemos señalar que todas las emociones se generan a partir de un pensamiento. Esos pensamientos están influidos por nuestras creencias. El sistema de creencias de cada persona se va generando desde que nacemos y es posible de modificar.
Por lo tanto, la ira nos la generamos nosotros. No tiene origen en la situación o en el entorno. A este respecto, son incorrectas las afirmaciones de: «me sacas de mis casillas», «con vosotros pierdo el control de mis emociones», «mi jefe me saca de quicio», etc.
En resumen, sentimos ira cuando evaluamos una situación de una manera concreta.
Profundizaremos más en este aspecto a partir la forma de entender las emociones que planteó Lang, el cual, hablaba de un triple sistema de respuesta. Su modelo permitió entender las emociones desde su complejidad.
Lang advirtió que todas las emociones constan de 3 elementos:
1. A NIVEL FISIOLÓGICO
Se produce una activación del Sistema Nervioso Simpático, incrementándose con ello la frecuencia cardiaca y la tensión muscular.
La persona vive con desagrado e incomodidad las manifestaciones fisiológicas de esta emoción. A partir de ahí, puede erróneamente percibir como un desahogo la manifestación conductual de la ira.
2. A NIVEL COGNITIVO
- Exigencias hacia uno mismo y hacia los demás: «Me tiene que ir bien», «debo conseguir aquello que me proponga», el resto me tiene que tratar con consideración». A partir de estas exigencias, la persona puede percibir que la situación es injusta, sentirse humillados, provocados,…
- Magnificación: «Es terrible lo que me ha ocurrido», «no voy a poder salir de esta situación», «mi amigo es una persona horrible»,…
- A su vez, dada la activación fisiológica señalada en el punto anterior, la persona se verá más predispuesta a tener pensamientos irracionales. Es decir, cuando estamos nerviosos, pensar buscando evidencias en la realidad es mucho más complicado.
3. CONDUCTUAL
Comportamientos agresivos como gritar, invadir el espacio personal del otro, golpear, etc.
Enfado vs. Ira: ¿Cuál es la Diferencia?
El enfado es una emoción necesaria para entender que se ha producido algo molesto, hostil o contraproducente para la persona.
Esto es, sentir enfado es necesario para funcionar en nuestro día a día. A partir de él, es posible defender los deseos y derechos de cada uno. A su vez, permite entender las situaciones molestas y tratar de modificarlas o lidiar con ellas.
La ira no produce un desahogo sano, en primer lugar, porque expresar la ira genera mucho estrés para nuestro organismo. Por lo tanto, el trabajo principal se basa en que no se presente esta emoción y poder sustituirla por enfado.
No obstante, si existiera un patrón repetido en la persona, lo idóneo es comenzar a controlarla. De lo contrario, acostumbramos al cerebro a reaccionar de esa manera y nos predisponemos a repetirlo en futuras ocasiones.