Concepto de interdependencia en las relaciones humanas
La interdependencia se define como la conexión entre personas que se influyen mutuamente de manera constante. Este concepto suscita un interés creciente debido a su impacto en la dinámica de cualquier relación cercana y, por consiguiente, en el bienestar individual.
Tanto es así, que las relaciones interpersonales son en ocasiones origen de sufrimiento, y en otras, fuente del bienestar de las personas. Entre otras variables que facilitan el bienestar, se encuentra el apoyo social percibido. Por ejemplo, distintas investigaciones señalan que personas que cuentan con un buen apoyo social, tienen mayor probabilidad de recuperarse más rápidamente de un infarto de miocardio y requieren menos días de hospitalización. Otros estudios revelan una estrecha relación entre el apoyo social y la disminución de los síntomas depresivos. En resumen, las relaciones personales son un componente crucial del bienestar psicológico, especialmente cuando existe una adecuada comunicación en los conflictos de pareja o entre miembros del entorno cercano.
Entre las diversas relaciones que una persona puede ir creando a lo largo de su vida, se encuentran las relaciones de pareja. Este tipo de relación tiene unas características y dificultades propias que la diferencian del resto.
¿Por qué son complejas las relaciones de pareja?
La relación de pareja se caracteriza por una conexión emocional singular que no se establece con ninguna otra persona. De hecho, es considerada por algunos expertos como uno de los vínculos más íntimos que se desarrollan a lo largo de la vida.
Trasciende la simple suma de dos individuos, generándose una nueva entidad a partir de la interacción de dos elementos. Todo ello, crearía una relación con una identidad propia. En otras palabras, una pareja puede definirse como una unidad de personalidades interdependientes que forman un sistema de emociones y necesidades íntimamente entrelazadas.
Cuando se forma una pareja, se incorporan a la relación las vivencias y los aprendizajes adquiridos a lo largo de la vida de esas personas.
De esta manera, el desarrollo del individuo como miembro de una pareja está influenciado por varios factores. Estos incluyen los roles internalizados en la infancia dentro de la familia. También influye la cultura en la que la persona vive. Finalmente, las propias ideas y pensamientos del individuo son importantes.
«Quererse no es suficiente»
En la convivencia, los miembros deberán aprender a negociar y confrontar los problemas importantes que vayan surgiendo. Todas las parejas tienen problemas. Sin embargo, las parejas exitosas saben cómo afrontarlos. La comunicación efectiva es vital para una relación sana. No hay que temer a los conflictos, ya que, a menudo son necesarios para resolver los desencuentros diarios.
Cuando las discusiones en la pareja conducen a la búsqueda de soluciones, estas resultan positivas y funcionales para el desarrollo de la relación. Al contrario, si la pareja recurre a la evitación constante de la comunicación, es posible que los conflictos no se resuelvan y vayan desgastando la relación.
Formas constructivas y destructivas de abordar los conflictos en pareja
Diversos autores han propuesto clasificaciones para entender las estrategias que las parejas emplean al afrontar desacuerdos. A continuación, se mencionan algunas de ellas.
Estrategias integrativas, distributivas y de evitación-rechazo
Canary y Cupacho (1988) distinguieron tres categorías principales a la hora de abordar conflictos.
Las estrategias integrativas se distinguen por una negociación de colaboración. En este tipo de interacción, ambos individuos comunican sus perspectivas de manera sincera y ponen de relieve los aspectos favorables de la situación en curso, buscando un punto de encuentro que satisfaga a ambos. Por ejemplo, una pareja planificando sus vacaciones tratando de llegar a un acuerdo. Si uno desea un destino de playa para relajarse y el otro una ciudad para explorar su cultura, una estrategia integrativa implicaría un diálogo abierto sobre sus deseos y la búsqueda de un destino que ofrezca tanto playas tranquilas como atractivos culturales, logrando así una solución que contente a ambos.
Por otro lado, las estrategias distributivas se evidencian a través de observaciones mordaces, un tono hostil y comportamientos dañinos hacia la pareja. Estas tácticas tienden a exacerbar la tensión y pueden desembocar en patrones de interacción destructivos. Un ejemplo podría ser una discusión sobre la economía del hogar, donde uno de los miembros responde con sarcasmo: «Ah, claro, como tú eres quien siempre gasta sin pensar, ahora tenemos estos problemas económicos», acompañado de un gesto de desdén.
Finalmente, las estrategias de evitación y rechazo se caracterizan por la ausencia de una confrontación directa. No obstante, estas estrategias suelen ser interpretadas negativamente por la otra persona, quien puede sentir que su preocupación es ignorada o rechazada, o anticipar una actitud de competencia si se intentara iniciar la conversación. Por ejemplo, cuando un miembro intenta abordar un problema de comunicación en la pareja y el otro responde con evasivas como: «No es el momento» o cambia de tema bruscamente. Se estaría evitando la discusión, pero generando en su pareja una sensación de frustración y falta de atención a sus inquietudes.
Resolución positiva, estilo combativo, estilo de evasión o retirada y estilo de obediencia
Kurdek (1994) investigó las maneras en que diversas parejas gestionan sus desacuerdos, distinguiendo cuatro patrones principales. Uno de ellos es la resolución positiva, caracterizada por un esfuerzo en comprender el punto de vista del otro y la utilización de argumentos y razonamientos constructivos para alcanzar acuerdos beneficiosos para ambos. Por ejemplo, ante un desacuerdo sobre cómo gastar un dinero extra, una pareja con este estilo se sentaría a discutir las opciones, escuchando las razones de cada uno y buscando una solución que satisfaga las necesidades o deseos de ambos.
En contraste, el estilo combativo se distingue por conductas verbalmente agresivas, expresiones de ira, ataques personales, actitudes defensivas y una pérdida de control emocional. Un ejemplo sería una discusión donde uno de los miembros comienza a gritar, insultar o recordar errores pasados de su pareja en lugar de centrarse en el problema actual.
Otro estilo identificado es el de evasión o retirada, que se manifiesta en el rechazo y la elusión del conflicto. Esto puede observarse cuando uno de los miembros se niega a hablar sobre el problema planteado por su pareja, se va de la habitación o simplemente ignora el asunto con la esperanza de que desaparezca.
Finalmente, Kurdek describió el estilo de obediencia, donde uno de los miembros acepta la solución propuesta por el otro sin participar en el debate ni defender su propia posición. Un ejemplo sería una pareja decidiendo dónde pasar las vacaciones, y uno de ellos simplemente dice «Está bien, lo que tú digas» sin expresar sus propias preferencias o participar en la elección.
Positivas-constructivas o negativas-destructivas
Investigaciones más recientes sobre la gestión de conflictos en las relaciones de pareja suelen agrupar las estrategias en categorías generales similares.
Una de ellas son las estrategias positivas-activas, donde las parejas se involucran de manera proactiva en la búsqueda de soluciones justas. Esto implica analizar el problema y expresar sus puntos de vista con el objetivo de alcanzar un acuerdo que ambos acepten. Por ejemplo, una pareja discutiendo sobre cómo dividir las tareas domésticas. En este caso, ambos se sientan a hablar, exponen sus argumentos y negocian hasta encontrar una distribución que les parezca equitativa.
Otro grupo son las estrategias positivas-pasivas, en las que existe un interés por lograr una solución justa, pero la manera de abordar el problema es más bien pasiva. Esto se puede manifestar en la falta de comentarios negativos y una actitud silenciosa durante la discusión. También puede manifestarse una tendencia a ignorar el conflicto con la esperanza de que se resuelva por sí solo. Por ejemplo, ante una diferencia de opinión sobre un tema menor, uno de los miembros podría simplemente quedarse callado. Aceptar la postura del otro, aunque internamente no esté del todo de acuerdo, para evitar una confrontación.
En contraste, las estrategias negativas-pasivas se caracterizan por la ausencia de una búsqueda de una solución satisfactoria para ambas partes y la adopción de una actitud pasiva ante el conflicto. Esto se evidencia en el rechazo a comunicarse sobre el problema y el mantenimiento de una distancia emocional. Por ejemplo, tras una discusión, la pareja deja de hablarse y evita cualquier tipo de contacto o interacción, sin intentar abordar el problema subyacente.
Finalmente, las estrategias negativas-activas involucran comportamientos activos que tienen resultados desfavorables para las partes. Estas conductas pueden incluir mentir, presionar a la pareja para que ceda a la propia opinión mediante la manipulación, o incluso causar daño físico o verbal. Un ejemplo sería una discusión en la que uno de los miembros miente sobre sus acciones para evitar asumir la responsabilidad o intenta forzar a su pareja a estar de acuerdo mediante amenazas o insultos.
5 Beneficios de la Buena Comunicación en Conflictos de Pareja
En primer lugar, una buena comunicación en conflictos de pareja facilita la comprensión mutua de las perspectivas y necesidades de cada miembro de la pareja. Tal como señalan Gottman y Silver (1999) en su extenso trabajo sobre la estabilidad marital, la habilidad para escuchar activamente y validar los sentimientos del otro es un predictor significativo de la satisfacción y la duración de la relación. Cuando las parejas se comunican abierta y honestamente sobre sus preocupaciones, se reduce la probabilidad de malentendidos y atribuciones negativas sobre las intenciones del otro. Esta comprensión compartida sienta las bases para abordar el conflicto de manera constructiva en lugar de caer en la escalada y la hostilidad.
En segundo lugar, la comunicación efectiva es crucial para la resolución de problemas. Según el modelo de resolución de conflictos de Fitzpatrick (1988), las parejas que emplean estilos de comunicación positivos y colaborativos tienen una mayor probabilidad de encontrar soluciones mutuamente satisfactorias. La comunicación abierta permite identificar los problemas subyacentes, explorar diferentes opciones y negociar soluciones que tengan en cuenta las necesidades de ambos. Por el contrario, una comunicación deficiente puede llevar a que los problemas no se resuelvan, se repitan o incluso se agraven con el tiempo, minando la calidad de la relación.
Además, una buena comunicación fomenta la intimidad emocional y la conexión. Expresar los propios sentimientos, necesidades y vulnerabilidades de manera abierta y respetuosa, y ser receptivo a las expresiones de la pareja, fortalece el vínculo emocional entre ambos. Durante los conflictos, esta conexión preexistente puede actuar como un amortiguador contra la negatividad y facilitar la búsqueda de soluciones en un ambiente de apoyo y comprensión. La falta de comunicación, por otro lado, puede generar sentimientos de aislamiento, incomprensión y resentimiento, erosionando la intimidad.
Finalmente, la manera en que las parejas se comunican durante los conflictos tiene un impacto significativo en su bienestar individual y en la salud general de la relación. Las investigaciones han demostrado que los patrones de comunicación negativos, como la crítica, el desprecio, la actitud defensiva y el obstruccionismo (los «cuatro jinetes del Apocalipsis» de Gottman), están asociados con una menor satisfacción marital y un mayor riesgo de disolución de la pareja. Por el contrario, una comunicación constructiva, caracterizada por la calma, la empatía y el humor, se relaciona con una mayor estabilidad y felicidad en la relación.
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Bibliografía
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