Existe dentro de las creencias populares la idea de que los polos opuestos se atraen, es decir, que elegimos a personas diferentes a nosotros para construir relaciones de pareja.
Asimismo, en el campo de la ciencia, esta creencia ha sido ampliamente estudiada y en algunos casos defendida por diferentes autores.
Cuando se acercan dos polos opuestos, estas líneas tienden a saltar de un polo a otro: tienden a pegarse
Pero ¿Cuánto hay de cierto en esta afirmación? En el artículo de hoy, haremos un breve recorrido por las dos teorías que más peso han tenido en la investigación sobre la atracción y trataremos de dar respuesta a esta pregunta.
¿Nos atrae lo que nos complementa o lo que percibimos como similar a nosotros?
Teoría de la complementariedad
Un autor que destaca en la Hipótesis de la complementariedad es el sociólogo estadounidense Robert F. Winch. Sostiene que, las personas se sienten atraídas por aquellas que tienen características diferentes y que se complementan con las suyas. Es decir, en la elección de pareja nos fijaríamos en aquellos individuos que sobresalen en características opuestas a las nuestras, ya que, con ellos podíamos cubrir nuestras necesidades individuales. La popular frase de «los polos opuestos se atraen» se extrae de este planteamiento.
De acuerdo a esta hipótesis, dos personas con un grado similar de extroversión o de impulsividad, no se verán tan atraídas entre sí.
Por el contrario, a una persona introvertida le resultará más atractiva alguien extrovertivo; así como, una persona impulsiva, deseará emparejarse con alguien más tendente a la reflexión.
Sin embargo, la hipótesis de la complementariedad no ha recibido apoyo empírico suficiente para poder demostrar su veracidad. Por el contrario, los resultados de estudios realizados señalan que nos sentimos atraídos por lo que es similar a nosotros.